La Fiscalía de Guerrero confirmó el hallazgo del cadáver del sacerdote Bertoldo Pantaleón, reportado como desaparecido el fin de semana, en un vehículo abandonado con múltiples heridas de bala. Este último crimen reaviva las interrogantes sobre la escalada de violencia en la entidad, en un contexto nacional donde la inseguridad persiste a pesar de la reciente baja en delitos de alto impacto. El asesinato de Pantaleón, de 58 años, párroco de Mezcala (cerca de Chilpancingo y una antigua zona de amapola ahora controlada por el crimen organizado), trae a la memoria otros ataques contra religiosos, como el de los jesuitas en Chihuahua en 2022.
Una fuente cercana al trabajo pastoral de Pantaleón, originario de la región de Tierra Caliente, reveló que el sacerdote vivía en una zona complicada y que “había tenido problemas con alguna gente de Carrizalillo”, área controlada por mafias. La muerte del religioso ocurre en medio de la violenta pugna entre los grupos criminales Los Tlacos y Los Ardillos en la región central, que ha provocado caos, bloqueos y cierres de escuelas en la propia capital, Chilpancingo. Esta violencia se sustenta en la extorsión y el control mafioso de actividades lícitas, práctica que se ha extendido en Guerrero y otras entidades, revelando cómo el crimen organizado ha diversificado sus acciones, haciendo que los logros de seguridad del Gobierno de Claudia Sheinbaum se vean comprometidos ante estos contextos locales.