“Se Acabó el Show”: Juan Gabriel Corrió Peligro en Fiesta del Cártel de Cali Tras Beso al Capo, Revelan Documentos Inéditos

“Se Acabó el Show”: Juan Gabriel Corrió Peligro en Fiesta del Cártel de Cali Tras Beso al Capo, Revelan Documentos Inéditos

El lanzamiento de la nueva serie de Netflix “Juan Gabriel: Debo, Puedo y Quiero” ha vuelto a situar al Divo de Juárez en el centro de la conversación pública. Mientras la Ciudad de México prepara un homenaje masivo con la proyección de su icónico concierto en Bellas Artes, se rememora una anécdota que rodea la leyenda del cantante: un incidente de alto riesgo en una fiesta privada organizada por narcotraficantes colombianos.


La historia, narrada en primera persona por Fernando Rodríguez Mondragón en su libro “El hijo del ajedrecista” y ampliada en una entrevista de 2008 con El Universal, ofrece una cruda visión del ambiente en las fiestas privadas del Cártel de Cali. Según su testimonio, los principales capos solían rodearse de celebridades para reforzar su imagen de poder y celebrar eventos familiares.

Aquella noche, Juan Gabriel fue contratado para cantar ante un selecto grupo de líderes del narcotráfico y sus familias, sin que el artista supiera quién pagaba realmente por su actuación. Todo transcurría con normalidad hasta que, casi al concluir su show, José “Chepe” Santacruz le sugirió al cantante jugarle una broma al anfitrión de la fiesta, Gilberto Rodríguez Orejuela. Juan Gabriel, acostumbrado a interactuar con su público, optó por un gesto de cercanía y, al terminar su actuación más emotiva, se dirigió al capo, le puso una mano en el hombro y le dio un beso en la mejilla. El gesto, que en un escenario habitual habría provocado sonrisas, desató la furia del líder narco.

Rodríguez Orejuela reaccionó de inmediato, presionando a los presentes y elevando la tensión en el salón. La rápida intervención de otros capos, incluido Chepe Santacruz, evitó que la situación escalara. “En 20 minutos él ya estaba viajando de regreso”, escribió Fernando Rodríguez Mondragón sobre la evacuación urgente de Juan Gabriel, quien fue llevado al aeropuerto para abandonar Colombia esa misma noche.

Según el testimonio, el incidente se resolvió rápidamente, y el capo no guardó resentimiento hacia el cantante mexicano al comprender que el beso no había sido un acto premeditado ni dirigido a él de manera personal, sobre todo porque el artista no estaba al tanto de la verdadera identidad de sus anfitriones. Aunque existen versiones similares, narradas por la periodista Anabel Hernández, sobre un acto parecido con Pablo Escobar —incluyendo retos millonarios para besar al capo—, el episodio vivido por Juan Gabriel en la fiesta del Cártel de Cali está directamente documentado en testimonios del propio hijo de Rodríguez Orejuela.

Sobre los Pagos Millonarios

La logística para llevar a celebridades mexicanas a estos eventos, según el hijo del capo colombiano, era gestionada por intermediarios como Larry Landa, un empresario que representaba a varios cantantes en ese país y facilitaba acuerdos con promotores locales. De acuerdo con testimonios de la época, era a través de estos tratos indirectos que numerosos artistas participaban en celebraciones organizadas por estructuras criminales, sin tener conocimiento pleno del origen del dinero ni la identidad de los anfitriones.

Un ejemplo similar es el del elenco principal de “El Chavo del 8”. En 1986, Rubén Aguirre, María Antonieta de las Nieves y Edgar Vivar fueron contratados para la primera comunión de la hija de José “Chepe” Santa Cruz. La negociación fue manejada por Horacio Gómez Bolaños, hermano de Roberto Gómez Bolaños y representante del grupo. “Nos contrataron por medio de terceros, y la contratación la hizo nuestro representante”, explicó De las Nieves en una entrevista, recalcando que el elenco supo quién estaba detrás años después. Fernando Rodríguez Mondragón dijo a El Universal que el elenco de El Chavo del 8 recibió 220 mil dólares como pago total por ese evento. En contraste, Juan Gabriel recibió 500 mil dólares por su actuación, una suma que en ese entonces equivalía a unos 461 millones de viejos pesos mexicanos (aproximadamente 5 millones de pesos actuales).

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