En el amplio panteón de referentes culturales de México, una figura destaca por encima de las demás: Alberto Aguilera Valadez, conocido mundialmente como Juan Gabriel y cariñosamente apodado “Juanga”. Más que un simple músico famoso, el Divo de Juárez constituye un símbolo que dota de significado a las alegrías y tragedias de innumerables vidas en el país, siendo considerado un verdadero miembro de la familia mexicana.
Si existiera alguna duda sobre su vigencia, basta con acudir a cualquier cantina estos días. El reciente estreno del documental de Netflix, “Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero”, ha sido recibido como el pretexto ideal para volver a reproducir sus himnos a todo volumen. Sin embargo, en realidad no se necesitaba una excusa: Juan Gabriel es, de por sí, la banda sonora de la compleja, dolorosa y feliz existencia que se vive en México.
Nacido en Michoacán en 1950 y fallecido en California en 2016, se crio en la frontera, en Ciudad Juárez. Su vida, marcada por una sucesión de éxitos musicales y tragedias familiares, fue seguida y sentida en carne propia por los mexicanos a través de la televisión, la prensa y en cada hogar.

