Inspirado por los eventos de marzo de 2013, cuando el Papa Francisco fue elegido, el autor Robert Harris concibió su novela Cónclave tras seguir de cerca la cobertura mediática de aquellos días. La historia ha sido adaptada al cine bajo la dirección de Edward Berger y protagonizada por Ralph Fiennes, quien interpreta al cardenal Lawrence, decano del Colegio Cardenalicio, encargado de presidir el cónclave conforme a tradiciones ancestrales.
La trama se inicia con la muerte del Papa y la posterior disputa por su sucesión, adentrándonos en los entresijos del procedimiento vaticano. Según Berger, el filme logra una aproximación inédita a uno de los procesos “más secretos de nuestra sociedad”. Aunque el cónclave ha sido convocado pocas veces —solo en 2005 y 2013 desde 1978—, su misterio sigue cautivando. En esta ocasión, la realidad se entrelaza con la ficción, ya que recientemente, tras el fallecimiento del Papa Francisco, se ha iniciado el proceso que la película retrata con notable fidelidad.
Entre las tradiciones reproducidas en la cinta se encuentran el funeral con vestidura roja del pontífice, la destrucción ceremonial de su anillo papal para evitar falsificaciones y el sellado de sus aposentos en la Casa Santa Marta. Estas acciones preceden a la reunión del cónclave, que debe comenzar entre 15 y 20 días después del fallecimiento.
Dentro de la ficción, Cónclave explora las tensiones políticas y personales entre los 120 cardenales reunidos en la Capilla Sixtina, en un ambiente donde el acceso está completamente restringido. El cardenal dialogante Bellini (Stanley Tucci), el conservador Tedesco (Sergio Castellitto), el ambicioso Tremblay (John Lithgow), el corrupto Wozniak (Jacek Koman) y la monja Agnes (Isabella Rossellini) protagonizan esta lucha interna por el futuro de la Iglesia.
La elección papal exige una mayoría de dos tercios, y la película ilustra cómo, tras varias votaciones —seis en la ficción y cinco en el caso real de Francisco—, se anuncia el resultado mediante la emblemática fumata blanca. Si el acuerdo no se alcanza, la chimenea vaticana expele humo negro.
Uno de los mayores desafíos para Berger fue mantener la tensión narrativa durante el tedioso proceso de votación. “Cada cardenal escribe un nombre, mete su papeleta en una urna y así sucesivamente. ¿Cómo íbamos a hacer para que no fuera algo monótono?”, explicó el director, quien finalmente logró un ritmo dinámico para captar la atención del espectador.
Aunque el rodaje no pudo realizarse en la verdadera Capilla Sixtina, la producción utilizó una réplica preservada de una película anterior, así como diversos palacios y conventos de Roma, ya que el Vaticano no otorgó permisos de filmación.
Con el estreno de Cónclave, el misterio que rodea a este antiguo ritual vaticano se vuelve más accesible, justo cuando el mundo observa atentamente el desenlace del verdadero cónclave en el Vaticano, a la espera de la señal que anuncie al próximo Papa.