Para realizar tareas cotidianas como comprar alimentos, trabajar o simplemente ir al baño, los residentes ahora dependen de las embarcaciones proporcionadas por el Gobierno del Estado de México. La única alternativa es cruzar las aguas fecales que han inundado no solo su colonia, sino otras diez comunidades aledañas.
El Gobierno municipal estima que alrededor de 2,000 viviendas han sido afectadas, impactando a más de 7,600 personas. El colapso de los drenajes, provocado por la acumulación de desechos y las intensas lluvias, ha mantenido el nivel del agua sin bajar durante más de tres semanas. Felipe, de 61 años, agradece a los funcionarios que lo transportaron ofreciéndoles unos refrescos antes de ingresar a su hogar, donde el agua ya le llega a la rodilla.
Los residentes cuentan que la tormenta fue intensa, pero no más de lo que suelen experimentar en una región donde llueve continuamente durante más de tres meses. Aunque están acostumbrados a los aguaceros y llevan años luchando contra las inundaciones, no recuerdan haber enfrentado una situación tan grave como la de la noche del 26 de julio. El agua subió sin parar y no ha vuelto a descender desde entonces. Esta inundación ha desencadenado una serie de tragedias, como si fueran piezas de dominó cayendo una tras otra.