Editorial

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“Cría cuervos y te sacaran los ojos” reza un refrán popular que parece estar más vigente que nunca, sabiduría ancestral que ha pasado de voz en voz refiriéndose a los malagradecidos que pagan bien con mal, de los que muerden la mano que les dio de comer.

Aplicado de forma general pero particularmente a aquellos que maltratan a sus padres física, verbal, económica y emocionalmente; parricidas en potencia que incluso han llegado a la violencia extrema en contra de sus progenitores, aprovechándose de que su fuerza física y productiva ha menguado por efecto de los años que inexorablemente cobra su factura.

Los casos más conocidos son aquellos hijos drogadictos que explotan a sus padres en todos los sentidos con tal de comprar su siguiente dosis y se han presentado muchos casos que ante la negativa o la imposibilidad de cumplir con semejante exigencia, han atentado contra sus ancianos padres siendo a veces rescatados por vecinos en el mejor de los casos y en el peor les han logrado quitar la vida.

Pero, los casos más recurrentes, aunque menos públicos, son de aquellos hijos o hijas que corren tras las herencias de sus padres aun cuando siguen vivos, así como los cuervos, esperando que se mueran sus víctimas para alimentarse de la carroña empezando por sus ojos.

Se apoderan a la mala de sus bienes, de sus pensiones, de sus cuentas bancarias, de sus documentos personales y hasta de sus decisiones; les controlan llamadas, visitas y los mantienen casi prisioneros en su propia casa. ¡Ay! de aquellos que intentan ayudar a esos viejecitos porque reaccionan de manera agresiva y se vuelven incluso contra su propia sangre. Son capaces destruir y separar familias por un pedazo de tierra y unas cuantas monedas, menos de las treinta que recibió Judas el traidor por entregar la vida de Jesús. Manipulan y engañan, mienten y distorsionan la verdad, pero sobre todo lastiman de todas las formas en que se puede lastimar a un adulto mayor y lo peor de todo, que al ocurrir todo esto dentro de los hogares, se convierten en actos difíciles de probar ante las autoridades que, aunque existen leyes y mecanismos de protección a favor del adulto mayor, cuando las autoridades se enteran o pueden aplicar la ley, los abusos han llegado demasiado lejos. Mientras tanto, estos ancianos que deberían estar viviendo sus últimos días en paz, después de haber cumplido sus deberes como padres y madres, pasan su ocaso entre maltratos y angustias de ver pleitos entre sus vástagos y confirmar que a quienes les dio la vida, se convirtieron ahora en sus verdugos.

La gratitud es un valor y una virtud que se demuestra con amor, respeto y cariño hacia aquellos que nos apoyaron y ayudaron en toda circunstancia. No hay olvidar que la vida en una rueda de la fortuna, a veces arriba y otras veces abajo.

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