EDITORIAL

EDITORIAL

En septiembre de 2019, Alfonso Durazo presentó un programa piloto que con los años se convertiría en el eje de su estrategia de seguridad pública para Sonora.

En aquel entonces era secretario de Estado y logró unir a cuatro municipios para impulsar a la Secretaría de Marina al frente de las corporaciones policiales locales en aras de controlar a grupos delictivos confrontados en ciertas regiones.

En lo inmediato y como todo cambio, hubo más violencia, meses de terror, cientos de muertos, desaparecidos, ataques a instituciones, bajas y deserciones en las policías municipales hasta que llegó la etapa de contención en Guaymas y Empalme.

Hoy por hoy el problema de inseguridad no ha sido resuelto del todo, aunque al menos ya no hay balaceras por todos lados ni tantos homicidios, también la cifra de privaciones de la libertad se ha reducido con todo y que hay días difíciles en los que las autoridades pierden el control y lugares en el que de plano no han podido con los criminales como en las comunidades yaquis.

Mal que bien el plan de seguridad va avanzando más lento de lo que se desea, pero con logros y tal vez eso sea lo que esté ocurriendo en otros municipios como Santa Ana donde se habla incluso de desplazamiento de familias ante la imparable violencia.

Allá no se sabe de alguna estrategia clara salvo los operativos esporádicos después de hechos graves y las instituciones se están tardando para reaccionar como lo hicieron aquí cuando ya se creía que estaba todo perdido.

El gobernador sabe de estrategias, es experto en seguridad, ha cometido errores como ha acumulado aciertos y es quien tiene la responsabilidad de coordinar a los tres niveles de gobierno para atender la problemática en esa zona del estado teniendo como ejemplo lo que se hizo en Guaymas y Empalme, municipios en los que primero hubo una tremenda crisis para pasar a la fase de control con la meta de lograr algún día recuperar la paz y eliminar la violencia.

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